20/1/12

El último gran héroe

Hubo un tiempo, años ha, en el que unos hombres, mortales de carne y hueso, llevaron a cabo tales azañas que su fama se extendió por todos los confines de la tierra que los vió nacer. Fueron hombres que ilusionaron a todos aquellos que tuvieron la suerte de convivir con ellos, pero también a aquellos que, sin conocerlos de nada, lo presentían suyo porque, en las grandes gestas de éstos, ellos se querían ver reflejados. Los admiraban, los llenaban de honores, los poetas componían odas en su nombre e incluso los historiadores les dieron alojo en la posteridad. Fueron llamados héroes; fueron un ejemplo y el máximo exponente de una sociedad entregada a los códigos de honor, de valentía, de arrojo, coraje y fortaleza; fueron llamados Héroes, y en la actualidad, son aún leyenda.
Cuando hoy me levanto y miro la televisión, contemplo asqueado la sociedad que me dan a consumir: me ofrecen el éxito a cambio del mercadeo de mi imagen traspasando y emborronando la barrera de la dignidad; me prometen la gloria si domino la virtud de manejar con pericia, ya sea con las manos o los pies, un esférico, aún cuando no sepa que la capital de Burundi, donde mueren miles de niños por enfermedades y hambruna, sea Buyumbura; me aseguran la fama bajo las sábanas calientes y húmedas de una cincuentona recauchutada e inmadura. El Olimpo de esta sociedad deslavaza y banal parece estar destinado a aquellos que crean y defiendan con firmeza los principios de la degradación moral, que pervierte el esfuerzo y el sacrificio en aras de un ascenso a los cielos ultrasónico y sin sudor.
Pero hay días como los de hoy en los que uno, cuando a punto está de tirar por el desagüe su fe en el futuro que nos espera, ese que anhelas mejor que el presente que te toca vivir, hoy de por sí gris y anodino, se encuentra con Juan José Padilla dando una rueda de prensa con un parche cubriendo el ojo lesionado y diciendo que desea, más que nunca, volver a burlar a la muerte.


Juán José Padilla en la rueda de prensa de esta mañana. EFE


Cuando un hombre con treinta y siete cornadas en su cuerpo y dinero de sobra como para no necesitar ese regreso decide empeñarse en tal empresa, no hablamos ni de éxitos vacíos, ni de glorias insípidas, ni de fama etérea y fugaz: hablamos de un hombre que desea reencontrarse consigo mismo, con el que ha sido y es, para seguir siendo; hablamos de ser capaz de vencer al miedo, que de lejos es el peor de los males que pueden atenazar la mente y el alma de un ser humano; hablamos, simplemente, de un compromiso vital y profesional, de un ejemplo infinito de superación, de valor, de entrega, de coraje, de fortaleza, de honor, de cojones.
Gracias, Juan José, por mostrarte hoy públicamente y acartelarte para el 4 de marzo en Olivenza. Gracias, Juan José, por el ejemplo de honradez y compromiso para toda esa gente que te ve y había tirado, en algún momento de su vida, la toalla por creer que existen los imposibles. Les has hecho dudar, como poco ; Gracias, Juan José, porque hoy puedo decir que he vuelto a ver un Héroe. Y de nuevo, vestirá de luces.

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